La prisión para una mujer, de la edad que sea y por el delito que haya cometido, implica un castigo extra además del que le fue impuesto por la justicia y se trata del abandono que sufren de parte de sus familias, parejas e hijos para quienes prácticamente se vuelven invisibles.
Cada viernes y sábado a las 8:00 horas el Centro de Reinserción Social de Mexicali (Cereso), ubicado sobre la calle Sur en la popular colonia Bellavista, abre sus puertas para recibir a decenas de familiares de internos que acuden puntualmente a la visita semanal.
La cárcel en Mexicali está dividida en dos áreas, una destinada a albergar a la población masculina y otra exclusiva para las 188 mujeres que cumplen una condena para pagar por un delito.
Aunque los visitantes ingresan por el mismo acceso y cumplen exactamente con los mismos requisitos para acreditar su ingreso, la mayoría de ellos acuden a ver a un interno varón, siendo las mujeres las que menos visitas reciben tanto familiares como conyugales.
Para David Grijalva Limón, subsecretario del Sistema Penitenciario en el Estado, se trata de una realidad que viven las mujeres mexicanas y del resto del mundo, misma que obedece a la estigmatización que hay sobre ellas por haber cometido un delito.
El estigma social aísla a las mujeres en prisión, quienes dejan de cumplir su rol social como esposas, madres e hijas y por la comisión del delito son vistas por su familia y la sociedad como culpables del encierro y merecedoras del aislamiento.
Por Municipio