Considerado como uno de los documentos políticos más influyentes y difundidos en la historia, el Manifiesto del Partido Comunista que Karl Marx y Comunista Friedrich Engels publicaron en Londres, Inglaterra, el 21 de febrero de 1848, ha sido “un símbolo poderoso y duradero de la polémica sobre la emancipación del hombre”.
Así lo consideró el historiador de origen búlgaro y nacionalizado mexicano Enrique Semo Calev, cuando al cumplir 150 años de su publicación escribió en el semanario Proceso que “el destino de la obra, que en su edición original tenía 23 páginas ha sido sin duda portentoso. Casi tan difundida como la Biblia, ha alcanzado traducciones a más de 100 idiomas, y sus ediciones son innumerables”.
Una sola ojeada a la página web de las librerías Gandhi basta para ver que sigue siendo una oferta editorial. Las nuevas tecnologías presentan, además de las opciones impresas, su venta como libro electrónico. Sus precios en ambos formatos van de los 19 y 25 pesos a los 398, ilustrada ésta por Fernando Vicente y editado por Nórdica Libros.
La síntesis que Manuel Rodríguez Rivero, articulista de El País, hace del volumen en dicha web, coincide en algunos aspectos señalados por Semo, al señalar que el manifiesto “fue redactado por encargo del segundo congreso de la liga comunista. Además del programa de un partido, es un lúcido análisis de la sociedad capitalista del siglo XIX que, en muchos aspectos sigue siendo actual. No estamos ante un panfleto sino ante un clásico del pensamiento occidental que ha llegado a ser el libro más difundido tras la Biblia y cuyos planteamientos deben ser conocidos, pues han encarnado los sueños de millones de personas y son parte fundamental de la historia del movimiento obrero, es además un texto de gran valor literario (…) Si creen que su contenido es pura arqueología, reléanlo sin prejuicios. Comprobarán que, como les sucede a todos los clásicos, es una obra que nunca termina de decir lo que tiene que decir.”
La frase inicial de la obra, conocida universalmente como Manifiesto Comunista, es reproducida continuamente, parafraseada, y perfectamente identificable, tanto como lo fue en su momento la austera impresión hecha por la otrora famosa Editorial Progreso, fundada en la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas en 1931 como Editorial de los Trabajadores Extranjeros en la URSS y que cambió su nombre en 1963:
“Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo…”.
Plantea igual, al inicio, una serie de cuestionamientos que resultan vigentes, sobre todo en la lucha por el poder de la diversidad de partidos en el mundo:
“¿Qué partido de oposición no ha sido motejado de comunista por sus adversarios en el poder? ¿Qué partido de oposición, a su vez, no ha lanzado, tanto a los representantes de la oposición más avanzados, como a sus enemigos reaccionarios, el epíteto zahiriente de comunista? De este hecho resulta una doble enseñanza: Que el comunismo está ya reconocido como una fuerza por todas las potencias de Europa.”
El documento, se recordará, habla del surgimiento de la burguesía, de sus relaciones con las clases proletarias y de cómo la primera se apropia del trabajo de las primeras. Y alude a una “amenaza” que hasta nuestros días se utiliza cuando de “espantar” a estas clases se trata, ante cualquier posibilidad de cambio que realmente amenace a los capitales.
http://centromarx.org/images/stories/PDF/manifiesto%20comunista.pdf
“Se nos ha reprochado a los comunistas el querer abolir la propiedad personalmente adquirida, fruto del trabajo propio, esa propiedad que forma la base de toda libertad, actividad e independencia individual.
“¡La propiedad adquirida, fruto del trabajo, del esfuerzo personal! ¿Nos referís acaso a la propiedad del pequeñoburgués, del pequeño labrador, esa forma de propiedad que ha precedido a la propiedad burguesa? No tenemos que abolirla: el progreso de la industria la ha abolido y está aboliéndola a diario.”
Advierte incluso, con cierta ironía:
“… ¿Es que el trabajo asalariado, el trabajo del proletario, crea propiedad para el proletario? De ninguna manera…”
El Manifiesto que Marx y Engels escribieron cuando tenían 29 y 27 años respectivamente, tenía –dice Semo– “una visión marcadamente optimista” pues preveía el hundimiento de la burguesía y la victoria del proletariado. La visión expresada por el historiador en ese momento (octubre de 1998) era opuesta:
“150 años de desarrollo capitalista demuestran contundentemente que el sistema no se derrumbará por sus contradicciones económicas. No hay nada en él que le impida seguir desarrollando las fuerzas productivas, más que el carácter finito de éstas. En términos de larga duración, el capitalismo ha demostrado una capacidad de desarrollo de las fuerzas de producción, superior a cualquier otro sistema socioeconómico. Lo que puede transformarse en un obstáculo a su sobrevivencia es el hecho de que el desarrollo económico que promueve impone costos humanos monstruosos y pone en peligro las condiciones materiales del futuro material de la humanidad.”
Acaso las grandes migraciones de los países desposeídos en busca de mejores oportunidades sea sólo un ejemplo de ello.