La edición 33 del Festival Internacional de Cine en Guadalajara lleva apenas unas horas en activo, pero la comitiva catalana ya puso a discusión los temas que ahora mismo calan en el zapato del realizador de cine documental:financiamiento, públicos, taquillas, objetividad y postura política.
Afra Rigamonti, directora de fotografía, y Jo Sol, director de Vivir y otras ficciones, película en competencia oficial del FICG 33; Pau Faus y Ventura Durall, director y productor de Alcaldesa, que se proyecta dentro de la Muestra de Cine Catalán del mismo certamen, participaron la mañana de este viernes en el panel “La no ficción catalana” de Talents, el área formativa del festival tapatío.
Todos ellos coincidieron con el moderador de la charla, el periodista Eduardo Guillot, en que “el término documental se ha quedado corto”: las fronteras entre aquel cine que aspiraba a recoger la realidad desde la objetividad y aquel fundamentado en la recreación de una historia inventada se esfuma. No ficción es ahora un lugar, acaso, más elocuente.
Sol y Rigamonti compiten, por ejemplo, por el premio al mejor Largometraje Iberoamericano de Ficción con el retrato de dos seres reales -Pepe, quien recién abandonó el psiquiátrico, y Antonio, un escritor tetrapléjico- cuyas historias de vida fueron abordadas con todas las de un documental -la cámara discreta, el director transparente que permite que la naturaleza del humano aflore-, pero el resultado final atraviesa la avenida para configurarse como un relato increíble.
En el caso de la Alcaldesa, que describe la trayectoria de Ana Colau desde su era como activista en la Plataforma de Afectados por la Hipoteca hasta su toma de protesta como alcaldesa de Barcelona, Faus -también activista del mismo movimiento, difícilmente podría asumir una absoluta objetividad. Retrata el ascenso de una compañera de lucha.
Ambos argumentos dieron tela suficiente para que los cuatro realizadores y Guillot se extendieran por más de una hora en los intríngulis de una labor, la del documentalista, que no se antoja sencilla. Las preguntas y las respuestas no absolutas fueron y vinieron: “¿qué industrias van a querer estar con nosotros para salvar al mundo?”, se preguntaba Sol sobre la lejana posibilidad de que capitales de peso apuesten por no ficciones incómodas para el poder político o económico.
¿Quién tiene ya una cámara en mano para capturar lo que sucede ahora en Cataluña?, se preguntaba Faus; si no hay capitales dispuestos a salvar al mundo con los realizadores de no ficción, ¿cómo saldrán las producciones de este espectro de los pequeños nichos de audiencia, cómo permanecer en las salas de exhibición?, apuntaba Ventura Durall.
Al final, las respuestas más contundentes serán los propios filmes en pantalla. Estos serán, por mucho, la mejor muestra de que aun con todos los obstáculos, hay cine y hay historias para seguir haciendo “visible lo que parecía invisible o inexistente”, para decirlo en palabras de Rigamonti.