En Colima, en muchas ocasiones matar a balazos ya no ha sido suficiente.Los cadáveres hablan de las torturas más terribles y sádicas.
A algunos, con extremada precisión, les han cortado la piel del pecho y el abdomen para sacarles el corazón todavía latiendo. A otros, les han quitado la piel del rostro, como si fuera una máscara.
Decapitados, cuerpos en trozos, sin dedos, oídos, manos y pies. Las imágenes del horror llegan a los colimenses por Whatsapp o por páginas web de narcos, donde los sicarios han puesto videos.
Colima, bañado por las aguas del Pacífico de México, es un paraíso natural y hasta hace menos de una década era un remanso de paz.
Pero en 2017, el más violento en la historia reciente del México, Colima fue el estado con más asesinatos per cápita.
En ese estado se registraron 816 homicidios dolosos según datos oficiales, lo que representa una tasa de 93,61 por cada 100.000 habitantes, muy por encima del promedio nacional de 20,51.
En 2017, los municipios de Colima capital, Manzanillo y Tecomán entraron al ranking de los 20 más violentos del país, según el último estudio del Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal, A.C, con datos del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
Fue «el cambio más dramático» en el mapa de la violencia en México ya que ninguno había figurado entre los más peligrosos.
Tecomán fue el municipio con más asesinatos en todo el país en 2017 con una tasa de 172,51 homicidios por cada 100.000 habitantes.
Una de las últimas víctimas, un regidor del ayuntamiento de Tecomán, Martín Cázares Zarate, a cargo de la Comisión de la Juventud y el Deporte. Fue asesinado con cinco tiros este martes mientras trabajaba las tierras de limón de su familia.
Antes, en Colima las morgues recibían mucho menos muertos, en su mayoría víctimas de accidentes y suicidios. Ahora las cosas son totalmente diferentes. «Son tantos los muertos que las morgues han tenido que apilar tres cuerpos en las gavetas donde debería ir uno«, le dice a BBC Mundo uno de los médicos forenses de las tres morgues del estado, que pidió no ser identificado.
«Cuando menos sufrieron fue al ser ejecutados con armas de fuego«, explica otro de ellos.
«Se matan entre malandrines»
“Si no tienes nada que deber, tampoco que temer. Se matan sólo entre malandrines”, me dice un taxista apenas llegar a la capital de Colima, del mismo nombre que el Estado.
Es una idea que, dicha de distintas formas, escucho una y otra vez en mi viaje.
Así se consuela mucha de la gente para poder seguir viviendo. En parte tienen razón, porque al pasear por muchos sitios de esta ciudad se respira una aparente calma.
Los bares y los restaurantes están abiertos y muchos con terrazas a pie de calle. La comida, con variedades de pescados y mariscos frescos, es un deleite al paladar.
Si no hubiera sabido de los índices de asesinatos, no hubiera tomado ninguna medida de seguridad extra.
En la pintoresca plaza central de la capital, una paloma se acerca a un turista canadiense distraído y le pica traviesamente el dedo gordo del pie. El hombre pega un salto de la sorpresa.
«Este ha sido el peor ataque que he sufrido en México y he visitado este país un sinnúmero de veces”, dice bromeando Craig Heath. En compañía de su esposa británica, Joanne Wyvill, alquilaron un auto con el que están viajando por Colima.
Dicen que en México la gente siempre es amigable y quiere ayudarlos. Nunca se han sentido amenazados.
Se sorprenden cuando les informo que Colima es el Estado con más asesinatos. Al revisar en internet en su tablet, se dan cuenta de que el gobierno de Canadá se unió al de Estados Unidos para alertar a sus ciudadanos de no ir a esta región de México por sus altos índices de criminalidad.
Muchos de los colimenses con los que hablé dicen que no han visto nunca nada, «ningún tiroteo o un cadáver».
Pero tienen que aceptar que, por las noticias y el boca a boca, se enteran de que casi a diario aparecen muertos, casi siempre en alguna calle o una zanja.
Víctimas inocentes
También, tras insistirles un poco, reconocen que saben que hay víctimas que nada tienen que ver con el narco.
Entre algunas que causaron conmoción está la muerte de un adolescente que vendía flores en la calle y que fue alcanzado el pasado 9 de mayo por las balas que sicarios se disparaban entre dos vehículos que pasaron a toda velocidad por el centro de Colima capital.
También, una pareja de novios que fue ultimada cuando salían de un centro comercial. Una señora que vendía comida en la calle y que murió a causa del fuego cruzado.
Los políticos de todos rangos también han sido blanco de la violencia, entre ellos están dos exgobernadores del estado.
En octubre de 2015, Fernando Moreno Peña sobrevivió a varios disparos de dos sujetos que lo sorprendieron desayunando en un restaurante. En noviembre de 2010 , Jesús Silverio Cavazos Ceballos fue asesinado afuera de su casa.
Lugar histórico de narcos
Colima es el segundo estado más pequeño de México, pero tiene una ubicación estratégica.
Se encuentra entre Jalisco y Michoacán, dos estados más grandes y con mucho movimiento económico. Uno de sus principales motores económicos es el puerto de Manzanillo, que es el que más mueve contenedores, casi la mitad de todo el país. En 2017 más de 2,8 millones de contenedores pasaron por allí, según las autoridades.
Colima era un lugar tan tranquilo, «donde históricamente han vivido las familias de los narcos de estados vecinos«, dicen los analistas consultados por BBC Mundo. Lo tomaban como refugio y por eso había una especie de tregua.
Un ingeniero que no quiere ser nombrado, dice que todavía viven, con bajo perfil, familias de narcos. Que al ser un estado pequeño todos se conocen y todos saben quiénes son. Pero que no pueden ni quieren hablar.
«¿Para qué, si el gobierno lo sabe?. Algunos tienen incluso los apellidos de las familias tradicionales del narco. Se les puede ver en las ferias de caballos donde los más ricos exhiben a sus hermosos animales, traídos de otros países. Puede ser que algunos pertenezcan a empresarios honrados, pero ¿cuántos podrían darse esos lujos?”, se pregunta.
Lucha entre carteles
Expertos consultados por BBC Mundo aseguran que el repunte de violencia se debe a que Colima está en el ojo del huracán entre una pelea dos de los carteles de narcotraficantes más poderosos de México en la actualidad.
Los carteles de Sinaloa y el de Jalisco Nueva Generación que luchan por el control del puerto de Manzanillo.
Dicen que por el puerto entran, procedentes sobre todo de China y Corea del Sur, los precursores químicos que sirven para producir drogas sintéticas, como las metanfetaminas. Las evidencias son los cargamentos que de vez en cuando son confiscados por las autoridades.
«Problema regional»
En Colima «estamos siendo testigos en primera fila del espectáculo sangrientoque se deriva de la confrontación de grupos delictivos que se están peleando la operación de actividades ilícitas a través del puerto de Manzanillo», asegura a BBC Mundo el Gobernador del Estado, José Ignacio Peralta.
Sin embargo, insiste a que esta confrontación de la delincuencia organizada«no es un fenómeno exclusivo de Colima«, sino que tiene dimensiones regionales e incluso nacionales.
«Estamos peleando lo que nos corresponde geográficamente a una confrontación regional o nacional», asegura.
Peralta insiste en que las estadísticas que sitúan a Colima como el estado más violenta son «incorrectas».
«Colima tiene una población pequeña (unos 700.000 habitantes) y por eso da una tasa muy alta si se toma en asesinatos por número de habitantes», argumenta.
Además, dice que los asesinatos, «tienen una lógica regional, que tiene que ver con la instalación estratégica, el puerto de Manzanillo«.
Peralta asegura, que aunque el puerto representa una gran fuente de empleo y gran parte de la actividad económica del estado, «también genera un interés muy marcado de los grupos delictivos de operar a través de él«.
Dice que la confrontación con el narco tiene reglas desiguales:
«Yo tengo que tener a mis efectivos policiacos uniformados, con el armamento reglamentario registrado, comprado en licitaciones públicas transparentes. A su vez, nos confrontamos con criminales que no siguen reglas, no están uniformados y usan cualquier armamento, incluso el prohibido para fuerzas civiles y que sólo debería ser usado por militares».
Al final de la entrevista realizada el pasado 15 de febrero, el gobernador insistió que «en Colima la vida cotidiana transcurre con normalidad, como cualquier otra ciudad del mundo: las mamás llevan a los hijos a la escuela, se realizan eventos sociales como bodas y bautizos«.
Horas después se supo que el empresario Ricardo Uribe Clarín, amigo del gobernador, había sido asesinado. El procurador y el secretario de seguridad pública del Estado fueron destituidos.
«El puerto es el lugar más vigilado»
Las autoridades del puerto aseguran que las instalaciones están bajo control.
El director de la Administración Portuaria Integral (API), Ovidio Noval Nicolau, explica a BBC Mundo que son muchas las instancias involucradas en la vigilancia del puerto de Manzanillo.
«Además de nosotros, que somos administradores, están las autoridades de las Aduanas, la Policía Federal, la Secretaría de Marina y otras dependencias. Hacemos todo lo posible para garantizar la seguridad», cuenta.
Asegura que casi un 40% del producto interno bruto de Colima está relacionado con el puerto de Manzanillo. «Por supuesto que debe haber bandas que tengan intereses allí, pero es el lugar más vigilado en el estado», dice.
Explica que tienen el equipo más sofisticado, entre ellos de rayos gama y rayos x y que «se hacen revisiones muy meticulosas cuando es posible. No es factible revisar el 100% de la carga, pero aleatoriamente se hacen controles muy importantes«, dice.
Por eso se hacen decomisos de cargamentos irregulares, asegura.
Un ex funcionario de la API coincide que el puerto cuenta con medidas de seguridad del más alto nivel internacional.
Pero, concede que, si hay filtraciones de droga, se debe a los operarios que están a cargo de esos modernos aparatos y que «pudieran ser corruptibles«.
Otro exempleado asegura que «todo está pactado, incluso a altos niveles«. Como muchos entrevistados no quiere dar su nombre porque teme por su seguridad.
La violencia ha afectado también los negocios.
«Estamos muy preocupados. No sólo por la inseguridad, sino también porque pareciera que no hay coordinación entre los distintos niveles de gobierno para acabar con la violencia. Incluso el gobierno federal ni nos pela», dice a BBC Mundo Carlos Anguiano, director de ¿Cómo vamos? Colima.
«Parece que todo mundo quiere resolver el problema, pero cada quien por su lado», dice el director de la asociación de empresarios, ecologistas, académicos, entre otros, que se reunió por preocupación ante la inseguridad y la falta de transparencia en el uso de los recursos públicos.
Los robos a negocios van en aumento. Los sectores más afectados hasta ahora por la violencia es el inmobiliario, la construcción y los restaurantes. «Las clases medias y altas se resisten a comprar casas en Tecomán. La gente sale menos de noche y se quedan menos tiempo en los restaurantes», cuenta.
Sin embargo, el nivel de ocupación hotelera en promedio durante 2017, fue mayor que en años pasados, casi de 50%, a pesar de la violencia.
Tradicionalmente los turistas que vienen a Colima son los nacionales, principalmente de los estados vecinos, dice Anguiano.
“Inseguridad hay en todo el país y somos de Guanajuato, donde la situación está también en llamas, así que no tuvimos miedo de venir a Colima a pesar de las noticias”, dice Leticia González mientras se baña en las playas de Manzanillo junto con sus familia.
Aunque es claro para los entrevistados que las últimas cifras de la violencia son muy mala publicidad para la imagen del estado.
«Tenemos miedo»
En una ranchería en Tecomán han puesto unas cruces improvisadas con dos varas de árbol amarradas. Una de ellas está coronada por unas flores y una figura de un Cristo y una virgen. Abajo de ella ondea con el viento la tímida llama de una veladora.
Cada cruz marca el lugar donde murió cada una de una de las 6 personas que fueron ultimadas en un tiroteo que conmovió al municipio donde los asesinatos se han vuelto el pan de cada día.
La mañana del 7 de enero los vecinos se habían juntado a beber “leche caliente”. Según la costumbre, los niños toman la leche recién ordeñada de las vacas y los adultos le agregan alcohol de farmacia.
Todo transcurría como cada domingo cuando llegaron unos sicarios y abrieron fuego contra los que estaban ahí, distraídos, relajados platicando, según cuentan a BBC Mundo un par de testigos.
La esposa de uno de ellos tiene la mirada perdida. Dice que todavía no asimila que su esposo esté muerto, que era un albañil y que era el sustento de su familia, que va sobreviviendo al día.
También murió su cuñado. Dice que sus nietos habían regresado a su casa hacía apenas un minutos, que fue un milagro que se hubieran salvado.
La mujer me cuenta que desde la masacre se le han ido muriendo los pájaros que tiene en un par de jaulas. “Estoy tan perdida que se me olvida darles de comer”, dice mientras se le escurren las lágrimas.
El lugar que era el centro de reunión para los vecinos, quedó desolado.
Los silbidos de las aves y un zapato de mujer colgando de un árbol hacen al sitio aún más tétrico. Alguna ardilla pasa buscando qué comer. Pero los que vendían la leche caliente se han ido de ahí, con todo y sus vacas
Los familiares de las víctimas de la violencia en Colima que hablaron con BBC Mundo dicen que tienen mucho miedo y no quieren dar su nombre. La mayoría no levantaron una denuncia. «¿Para qué si no encontrarán ni castigarán a nadie?», dice la madre de un joven de 21 años.
«Además de que mataron a mi hijo, ahora manchan su imagen insinuando que estaba en el narco», dice el padre de un estudiante ultimado.
«A mi papá lo mataron y cuando nos dieron sus pertenencias no nos entregaron su celular y ni el dinero que traía en su cartera. ¿Cómo vamos a ir a pedir justicia a esos que robaron a un difunto?«, dice una joven.
«Los muertos son jóvenes de clase baja»
Con su registro en mano, uno de los tres forenses que hablaron con BBC Mundo enseña que la cifra de los muertos registrados en su municipio casi duplica a la oficial. Cree que el número de víctimas podría ser todavía peor de lo que dicen las autoridades.
Según sus registros, la gran mayoría de los muertos sí están relacionados con el narcotráfico. «Son sobre todo personas relacionadas con el narcomenudeo, que pelean por su plaza«, cuenta el forense.
Dice que el 80% de ellos son jóvenes, de entre 15 y 30 años, que pertenecen a familias de clase baja o media baja.
«En los últimos años se ha visto un incremento en las mujeres asesinadas, muchas de ellas envueltas en el crimen organizado, o novias de los sicarios o narcomenudistas», asegura.
Sin embargo dice que los muertos, aunque en su mayoría criminales, fueron también víctimas de la sociedad.
Los jóvenes, sin muchas opciones laborales, en la pobreza y con ganas de pertenencia, son la carne de cañón. «Además, muchos no tienen opción, o le entran o los matan», dice.
«Hay varios factores para que los jóvenes sean atraídos por el llamado ‘dinero fácil’: por un lado, los atenaza la pobreza, por otro lado les ofrecen una dinero.Muchos no han tenido la oportunidad de una buena educación y tienen familias disfuncionales», explica a BBC Mundo el profesor Salvador González, de la facultad de Ciencias Sociales y Políticas de Universidad de Colima, que ha estudiado el tema por años.
Un joven de 24 años que está en proceso de desintoxicación le contó su historia a BBC Mundo.
Recuerda que él empezó a drogarse tras la muerte de su mamá, a los 18 años, para desconectarse un rato de su tristeza. Rápidamente se hizo adicto y así duró cuatro años.
«Pierdes la conciencia y la moral. La necesidad de consumir es tal, que haces todo para conseguir la droga. Yo llegué a robar dinero de mi familia. Pero sé que otros llegan a mucho más«, explica. Dice que la droga está siempre disponible y que por 50 pesos (US$2,66) se puede comprar una dosis de heroína.
«La violencia cada vez más descarnada corresponde a la psicología del narco, de un control por la plaza. Entre ellos hay rituales y quien se mete solo sale muerto«, explica el forense.
Para otros expertos, las drogas y la violencia están relacionadas directamente.
«La violencia se ha vuelto una adicción para la sociedad. Es una sustancia no tangible, como el poder, a la que muchos se pueden enganchar», dice el director del centro de rehabilitación de drogas Vive Hoy en Tecomán, Braulio Benjamín.
Que Colima se haya vuelto un estado tan violento no fue fortuito. Se debe a un «proceso de descomposición relacionado a la debilidad de las instituciones para generar inteligencia, combatir delitos, hacer las investigaciones debidas», explica Francisco Rivas, director del Observatorio Nacional Ciudadano.
«Asegurar que ‘se están matando entre criminales’, es un argumento muy lamentable«, dice. Esta postura muestra que no se ha entendido lo que significa la violencia y lo que ha pasado en otros lugares de México, como Tijuana, Ciudad Juárez o Monterrey.
«La violencia empezó aparentemente encapsulada entre grupos de violencia organizada, pero con los años las víctimas dejaron de ser las que tenían relación con la delincuencia y se volvió más cercana a la vida común de los ciudadanos», explica.
«Lugar y momento equivocados»
«Que la sociedad piense que la violencia es una cosa solo entre narcos es muy contraproducente para la búsqueda de la justicia», dice la abogada Adriana Ruiz Visfocri.
Explica que, si la gente cree que los muertos son en su mayoría criminales, a nadie le importan sus muertes. «Vemos tantos asesinatos que la capacidad de indignación, de asombro por el horror se está perdiendo«, dice.
Por otra parte, aunque los colimenses prefieran no pensarlo, saben que sufren el riesgo de ser «una víctima colateral«.
Un taxista cuenta que la primera semana de febrero acababa de subir un cliente cuando escuchó unos ruidos. Primero pensó que eran fuegos artificiales por las fiestas de la Virgen de la Candelaria.
Pero después se sorprendió cuando vio un auto que avanzaba aparentemente solo, sin conductor. Cuando el vehículo, debido a la inercia con la que iba, cruzó una separación de la calle, se dio cuenta que dentro iba una persona. Acababa de ser baleado.
El taxista se fue a toda velocidad del lugar y por el radio se enteró de que unos sicarios en motocicleta habían matado a dos hombres, aunque no había visto el segundo cuerpo.
«La sentí cerca. Puede que no vayan por ti, pero en Colima la muerte siempre acecha. Sólo es cuestión de estar en el lugar equivocado en el momento equivocado«, reflexiona.