Por Andrés Salcido.
La declaración de guerra cumplió la mayoría de edad.
Luego de que un 10 de diciembre de 2006, el ex presidente Felipe Calderón Hinojosa, declarara la Guerra al Narco, México, vivió un punto de inflexión, las cosas no volvieron a ser igual, y desde ese momento, quedó al descubierto el control que el crimen organizado sometía al sistema político, social y económico, de un país, en vías de desarrollo.
La narco-cultura como parte de la praxis nacional, vivió las etapas, desde su nacimiento, el romanticismo narco, aquella etapa en la que ser narco, era sinónimo de esfuerzo, de súper héroe, de Robin Hood, que le quitaba a los ricos para regresárselo a los pobres, y que su vez desafiaba al sistema podrido, una figura que fue adornada durante décadas, a través del cine, la música, los video juegos, la televisión abierta, hasta penetrar en el vox populi.
Con asombro, veíamos a lo lejos, como ascendía el número de personas que perecían, consecuencia de esta guerra, cada vez fueron más zagales, más mancebos, más chamacos, hasta idealizar la vida fugaz, una corta existencia como rey, que una larga como esclavo.
Hoy, la muerte nos alcanza y hasta nos rebasa, los jóvenes que trascienden, tienen rostro conocido, vemos en las fotos fúnebres a amigos, primos, hermanos, cuñados, aquellos con quienes sonreíamos hace unos días mientras bromeábamos sobre la violencia normalizada de nuestra comunidad, ya no sonreirán.
“Andaba en malos pasos”, juzgan en redes sociales, revictimizando al familiar de alguien, al hijo de una madre, al padre de unos hijos.
130 mil desaparecidos del 2018 a la fecha en datos oficiales, y más de 200 mil muertes por homicidio. La guerra parece continuar, a pesar de los abrazos.
Paraísos como Sinaloa, Guanajuato, Jalisco, Michoacán, Veracruz, y hasta Baja California, colapsados por la violencia, transformados en campo de batalla, donde hasta hace poco, se creía destinos turísticos para los extranjeros, y para los connacionales.
¿Qué sigue? ¿Qué debemos hacer? ¿Quién nos va defender? Si en este país, ser joven, ser emprendedor, ser destacado, te pone un blanco en la espalda, y en un instante reduce tus sueños, a versos adornados en postpretérito.
La muerte nos alcanzó.